FICHA
TÉCNICA

  • Nombre: La Caída.
  • Autor y cronología: Ramón Álvarez, 1886 – 1878.
  • Ubicación de la obra: Museo de Semana Santa.
  • Técnica y materiales: El grupo se compone de siete figuras, talladas en madera y telas encoladas, ojos vítreos. La base del paso está cubierta de madera.
  • Medidas: Conjunto: aprox 400 cm de largo, 250 cm de ancho y 165 cm de alto.
  • Peso: 1050 kilos
  • Cargadores: 36
  • Peso total por cargador: 29,17 kilos

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HISTORIA

La idea de construir un paso que representase una de las caídas de Cristo camino del calvario, al parecer, tal y como afirma el acta de 4 de junio de 1866, había ocupado constantemente a nuestros ante­pasados como consta de varios acuerdos; lamentablemente los acuerdos a los que hace referencia el acta no se conservan. La iniciati­va en este caso partió del hermano Tomás Alonso, que se ocuparía personalmente de conseguir su financiación y encargarla a D. Ramón Álvarez. Al tratarse de un encargo cuasiprivado cabe suponer que el acuerdo con el imaginero fuese verbal, y por tanto no hubo necesi­dad de otorgar escritura pública. Esta circunstancia posiblemente con­dicionó su hechura que, por imperativos económicos, fue necesario afrontar en sucesivas fases, a medida que se conseguía el dinero. Por ello en la Semana Santa de 1866 el grupo de La Caída salió únicamen­te con tres figuras: Jesús Caído, la Virgen María y el Cirineo. Un año después, en 1867, se añadió una cuarta, la del sayón que tira de la cuerda anudada al cuello de Cristo. En esta ocasión las actas son más explícitas pues en junta de tres de mayo el susodicho Sr. Alonso infor­maba que por sí y sin contar con nadie se había puesto en con­tacto con varios hijos de Zamora que tenían su domicilio en di­ferentes puntos solicitando alguna limosna para la cofradía con el objeto de poder satisfacer a D. Ramón Álvarez la escultura del sayón que en la procesión última habían tenido lugar de ver de­lante del jesús que representa una de las caídas del Salvador. La iniciativa había conseguido reunir mil ochocientos cuarenta reales, de­tallándose en el acta la relación de donantes y donativos.

Aunque el proyecto pilopuesto por D. Ramón no estaba aún con­cluido, nada se hizo o pudo hacerse en los años inmediatos, y fue preciso esperar diez años para ver completo el grupo; las causas del retraso cabe suponer fuesen una vez más la falta de dinero. El paso se completaría gracias a la generosidad de los devotos de la cofradía, y fue en la Semana Santa de 1878 cuando se incorporaron las figuras de María Magdalena, donada pol el mayordomo antiguo y presbítero D. Nicolás Gutiérrez, el sayón que levanta el puño en actitud de golpear a Cristo y el niño de los clavos, costeados por D. Manuel Conde y D. Tomás Alonso, respectivamente. La cofradía concedió a estos dos últi­mos en justo agradecimiento a su desinteresado proceder para sí y para sus hijos y sucesores el derecho de ir al paso de «La Caída» en la procesión del Viernes Santo, bien con la vara si les correspondiese, bien alumbrando con hachas si lo tuvieren por conveniente, sin que tengan obligación en este caso de ocupar el puesto que se les designe.

Para tallar La Caída D. Ramón se sirvió de la obra de Rafael de Sanzio Subida al Calvario pintada en 1517 para la iglesia de Santa María dello Spasimo de Palermo, y por ello popularmente conocida como el Pasmo de Sicilia. Aunque en el cuadro la escena está repre­sentada con más figuras, D. Ramón únicamente plasmó el motivo cen­tral: la caída de Jesús en presencia de su Madre. Pese a ello el paso no puede decirse sea una copia fiel del cuadro – de plagio lo tachó Jesús Hernández Pascual – si bien algunas de las figuras fueron repre­sentadas en las mismas actitudes e incluso con idénticas vestimentas; como es el caso del sayón de la cuerda y Jesús Caído. En el resto, aun guardando similitudes, caso de la Virgen y María Magdalena, la inter­pretación es más libre. Así, Simón de Cirene que en el cuadro levanta la cruz, en el paso se sitúa en un segundo plano y simplemente la su­jeta; el sayón que en el cuadzo acomete a Jesús con una lanza para que se levante ha sido sustituido en el paso por otro que apoyando uno de sus pies sobre Cristo levanta el brazo airadamente haciendo ademán de golpearle (antaño se le conocía con el apodo de «El Carbonero»). Por último Ramón Álvarez colocó, a fin de equilibrar la composición, en el ángulo superior derecho del paso la figura de un niño, caminando sonriente con un mazo al hombro y un cesto: el po­pular «niño de los clavos». Aunque se ha dicho que esta última licen­cia constituye la aportación más genial de D. Ramón, (al parecer le sirvió de modelo un niño del arrabal de San Lázaro) hay que significar que no es novedosa, pues hemos tenido ocasión de contemplarla en algunas copias populares de esta escena.

D. Ramón, como en otras ocasiones, talló el grupo en madera de pino, y empleó lino encolado en los ropajes, salvo la imagen de Jesús que la hizo de vestir, tallando únicamente su cabeza, pies y manos. La altura media de las figuras es baja: 1,50/1,60 metros. Sin duda el con­junto es de acusado realismo, además de singular belleza, destacando sobremanera la fuerza expresiva del niño de los clavos, y el acabado rostro de Jesús, posiblemente el más logrado de cuantos talló Ramón Álvarez; esta razón explica el que la cofradía la incluyese entre sus imágenes de devoción, colocándola a la sazón al culto en la capilla. El grupo en la procesión se colocó tras el paso de Jesús camino del Calvario, pues representa en una misma escena la tercera y cuarta es­tación (Jesús cae por primera vez y Jesús encuentra a su Madre en la calle de la Amargura).

Desde su estreno este paso ha conocido pequeñas transformacio­nes que no han afectado a las imágenes, aunque sí a algunos de sus elementos postizos. Así en 1871 D. Nicolás Gutiérrez donó una túnica de terciopelo con galón de oro para el Jesús, y una corona de espinas y potencias de metal plateado, que son las que actualmente luce. A comienzos de siglo (1900) la Sra. de Cuadro Velado regalaría una túni­ca para uso diario, y un ario después, en 1901, D. Valentín Mireles re­galaba otra de terciopelo, bordada por el mismo a realce, trabajo me­ritorio en el que colaboraron las señoritas Concha Espejo, Matilde Pérez, Patrocinio Castaño y María Martínez, y que hoy viste a diario, aunque para la procesión se le muda por otra bordada en 1979 por las monjas marinas. En relación con el ajuar de la figura de Jesús caí­do hay que constatar también el regalo que Dña. Antonia Santiago de Piorno hizo en 1901 de una camisa para esta imagen. El Jesús de La Caída tuvo para las tareas de vestirlo su camarera; únicamente hemos documentado los nombres de dos de ellas: Filomena Salazar y Juana Hernández, que fueron nombradas al efecto en 1892 y 1898 respecti­vamente.

Otro de los elementos postizos varias veces cambiado lo fueron las cruces que ha llevado el paso; de la primera que tenemos noticia es la que en 1901 regalase el hermano Julián Seisdedos; las dos últimas conocidas se conservan: una de ellas, la más pequeña es la típica tor­neada, con molduras, mientras que la actual, más grande, es el clásico madero sin desbrozar. Varias han sido también las mesas; la primera que llevó, por los testimonios gráficos que conservamos, sabemos era la típica de tableros de pino sin talla y con los clásicos respiraderos de ojos de buey; fue sustituida en 1941 por otra asimismo sencilla, aunque con labor de talla en los respiraderos, que hoy utiliza el paso de La Desnudez. La actual, estrenada en 1976, constituye una de los mejores trabajos de talla de Julián Román, «Alito». Las dos primeras mesas contaron con alumbrado de faroles de latón, que inicialmente fueron ocho (en 1878 D. Nicolás Gutiérrez regaló cuatro), luego seis, más tarde cuatro, siendo suprimidos a comienzos de los arios setenta.

Anotar también, un dato conocido, cual es el que la imagen de Jesús Caído figuró en la procesión de Jesús en su tercera caída (Excombatientes) durante algunos años (entre 1943-1948), hasta que se estrenó la imagen de Quintín de Torre. Decir también que en 1943 y para cumplir un acuerdo de 3 de marzo de 1941 se colocó en el pa­so una placa en recuerdo de los hermanos de la cofradía caídos del bando nacional durante la Guerra Civil.