La imagen titular de la Congregación era lógicamente Jesús Nazareno, al que las actas también llaman «Santo Ecce Homo» o «Nuestro Señor con la Cruz a cuestas». Nada sabemos de la primitiva figura, sustituida por otra en 1802; ignoramos pues traza y autoría, aunque debió ser la típica imagen barroca, de vestir, pese a no haber encontrado referencia alguna a su túnica. La cofradía la conservó hasta 1815 vendiéndola entonces, no sabemos a quién, en quinientos reales.
En fecha incierta, aunque posiblemente a mediados del siglo XVIII, al titular se le añadieron las figuras de Simón Cirineo y un bayón tocando la trompeta, apodado popularmente «judas». De ambos tenemos noticias escasas y tardías. Al judas sabemos que en 1804 se le hizo un» tornillo, y que años más tarde, en 1825, el pintor Juan Rodríguez lo compuso. El cirineo se cita en las cuentas de 1840 y por un acta de 21 de abril de este mismo ario sabemos que Víctor Capdevilla, encargado de armar los pasos, manifestaba no poder hacer su trabajo pues el criado al parecer tenía entre sus atribuciones armar y desarmar el Jesús y que haciéndolo sin método en el año corriente había partido un brazo al cirineo.
La primera reforma de este grupo se produjo en 1802 cuando los Sres. D. Antonio Montero, D. Francisco García Patón y del entonces secretario D. Manuel González de Dios donaron una imagen de Jesús Nazareno, también de vestir, aunque no se dice a quién se encargó. Fue a fines del siglo XIX cuando se propuso reformar los viejos pasos del Jesús y Redopelo. La idea partió de D. Federico Martínez que en junta de 18 de abril de 1892 sugirió hacer al efecto una suscripción. Discutido el asunto se acordó nombrar una comisión dando parte al obispo para que la encabezase, así como reclamar del párroco de San Juan las cantidades entregadas para la adquisición de un monumento (2.284 pesetas). Días después se daba cuenta de lo recaudado entre los miembros de la junta y de haber quedado en suspenso la cantidad con la que contribuiría D. Tomás Belestá y Cambeses, al que sorprendía la muerte el 6 de mayo. El 22 de dicho mes, tras conocer la junta que el resultado de la suscripción ascendía a dos mil pesetas, la comisión informaba de las gestiones realizadas con el imaginero aficionado Justo Fernández al que se había encargado hiciera en barro un boceto del sayón de La Caída y del centurión de la Crucifixión, contando que llevaría dos guardias más análogos al centurión el paso del Jesús y que pusiera precio por cada una de estas figuras. La comisión presentó en aquella sesión a la directiva los bocetos de Justo Fernández, informando que el coste de cada figura, según el pliego cerrado que a propósito se abrió, era de 3.500 reales. Sin duda el precio para la categoría del imaginero era elevado, y hubo quien así lo comentó en la junta. Sometido a discusión se escucharon varias propuestas, entre ellas la de Ildefonso Rodríguez Barba que opinaba debía acometerse desde luego la reforma total del paso del Jesús, por ser este el emblema de la Cofradía, habida cuenta que posiblemente la suscripción no alcanzaría para afrontar la reforma de los dos, aunque también se oyeron voces proponiendo hacer ambos pasos sin todas las figuras y completarlos cuando fuese posible. Finalmente se acordó la comisión tratase con Justo Fernández para rebajar el precio de las figuras, y de no hacerlo pedir presupuestos en Madrid o Barcelona.
En los primeros días del verano de 1892 se nombraron tres comisiones con el fin de activar la suscripción, y el 28 de noviembre se celebró junta para conocer cómo iba. En el acta, pese a su ambigüedad, se infiere que se había iniciado la construcción del paso, aunque el cuatro de cabildo D. Federico Martínez dijo que se debía hacer el paso, aunque no hubiese dinero, y que él adelantaría el que se necesitase. Sea como fuere Justo Fernández ya trabajaba desde el verano en el paso, toda vez que las cuentas de 1892-93 registran una partida de 625 pesetas como anticipo según contrato para dar principio a la construcción del paso del Jesús, y otras dos de doscientas y cien pesetas entregadas por las mensualidades de julio-agosto y septiembre, respectivamente.
Los magníficos resultados de la suscripción animaron a rematar la obra, y así en sesión del 19 de marzo de 1893 el secretario leía una comunicación de las señoritas Iglesias Rodríguez, Rico, Santiago Cabrera y Ruiz Zorrilla donando 3.014 reales, producto de una función de teatro, para la construcción del «Jesús Nazareno». A comienzos de abril la obra estaba concluida a juzgar por las cantidades libradas para las almohadillas, y el coste de traer los sayones de casa del escultor. Aunque las actas nada dicen, el nuevo grupo salió por vez primera en la Semana Santa de 1893. Tradicionalmente se ha reconocido a Justo Fernández únicamente la autoría de los cuatro sayones, pues el Jesús sería el viejo de 1802. Bien, aunque no disponemos del contrato, hoy podemos afirmar que las cinco figuras son suyas; lo confirma la siguiente partida librada el 9 de abril de 1893: a justo Fernández por las cinco figuras del paso del Jesús según contrato: 3100 pesetas. En el libro de cuentas todavía hay más detalles: la carpintería de la mesa costó 210 pesetas, la hizo Julián Seisdedos, y la talló Doroteo Labajo, percibiendo por su trabajo doscientas pesetas; su dorado ascendió a 475 pesetas, que se pagaron a Amalio Macho. Cuatrocientas quince pesetas costaron los catorce metros de terciopelo morado para la túnica, y treinta y nueve pesetas la compostura de las faldillas de la-val y merino con flecos de seda. Los seis faroles con los que se alumbró fueron donados por el mayordomo antiguo D. Antonio Esteban.
El paso tras su salida necesitó de algunos reparos, y así en noviembre de 1893 se autorizó al administrador y secretario para que avistándose con el escultor que hizo el paso del Jesús, vean si pude este señor arreglar la posición del dicho Jesús; también fue necesario reformar la cruz. Los últimos remates y adornos se hicieron en los años siguientes: en 1894 se compró una corona dorada, y en febrero 1895 se encargó hacer una túnica lisa y de manga perdida. El paso viejo tal y como refleja el acta de 27 de febrero de 1896 era vendido, aunque no se dice a quién: El señor administrador dijo que autorizado por la Junta para vender al paso viejo del Jesús con efigies, por junto o al detalle, lo había hecho de todo el, por el precio de ciento veinticinco pesetas, no habiendo podido sacar más por el mal estado del paso y de las efigies.
Con el tiempo y las nuevas corrientes estéticas el paso, modesto para su época, dejó de gustar y de nuevo se planteó la posibilidad de sustituirlo. Para el ambicioso proyecto se pensó nada menos que en Mariano Benlliure que en 1931 concluía una de sus más logradas obras procesionales: «El Redentor camino del Gólgota». El impacto estético del nuevo paso sembró la duda en la directiva que finalmente en junta de 22 de marzo de 1931 acordó mantener en la procesión el artesanal grupo de Justo Fernández.
El grupo Camino del Calvario, conocido popularmente como «El cinco de Copas», por la disposición de sus figuras en el tablero que asemejan la de este naipe, es el paso titular de la cofradía. Representa el momento en el que Jesús cargado con la cruz es conducido al calvario. La figura -de Jesús Nazareno es imagen de vestir, tallada en pino. A diario lleva túnica de terciopelo carmesí bordada en 1896 por Dña. Petra Custodio, y corona de espinas postiza de metal dorado. Para compensar el peso de la cruz y mantener la verticalidad tiene un soporte de hierro sujeto a la espalda, anclado en el tablero. Mide 1,67 metros y porta una cruz también de pino, desmontable para poder salir por la puerta del hastial de la iglesia. En la procesión luce túnica de terciopelo bordada en 1979 con pésimo gusto por las monjas clarisas de Santa Marina. Los cuatro sayones fueron tallados íntegramente en madera de pino. El que tira del cordón sujeto al cuello de la imagen de Jesús es copia fiel del que colocó Ramón Álvarez en La Caída, como también lo es el centurión que imita, aunque con escaso acierto, al de La Crucifixión del mismo autor. La altura media de las figuras es de 1,82 metros. En 1962 por consejo de la Junta Pro-Semana Santa, que corrió con los gastos, D. Julián Manso colocó a los sayones corazas, escudos y yelmos metálicos postizos; el paso, ya de por sí humilde, adquirió un aspecto teatral y grotesco. Este mismo ario estrenó también la que hoy es su mesa, sin duda uno de los mejores trabajos de talla del zamorano Alfonso Pastor Cadierno. Una última intervención realizada en 1995 devolvió a las imágenes su aspecto primitivo.